Dos monos logran alimentarse con un brazo artificial movido con su mente

Mono_brazo_robotSi hace algún tiempo hablábamos que los cerebros de unos monos habían movido piernas robóticas a miles de kilómetros de distancia, ahora, se ha logrado dar un paso más en la búsqueda de la prótesis perfecta. En esta ocasión, un equipo de la Universidad de Pittsburgh ha logrado que dos monos muevan un brazo biónico y se alimenten gracias a él usando tan sólo la energía del pensamiento.

El objetivo de esta experiencia es claro, desarrollar una prótesis que ayude a las personas con parálisis. «Cuanto más comprendamos el cerebro, mejor podremos tratar una variedad de trastornos, desde todo lo que tenga que ver con el Parkinson y la parálisis hasta el Alzheimer o, quizás, algunas enfermedades mentales», explica el doctor Andrew Schwartz, profesor de Neurobiología de la citada universidad.

El experimento consta de varias fases, primeramente los monos visualizan el movimiento que posteriormente deben realizar moviendo la prótesis usando un joystick, de este modo, aprenden primero viendo el movimiento, lo que activa las células cerebrales como si realmente lo estuvieran haciendo.

La segunda fase consiste en inmovilizar los brazos de los macacos de forma que no puedan utilizarlos y medir la actividad neuronal insertando unos microelectrodos en la corteza motora de su cerebro, que es donde se genera el movimiento voluntario. Estos receptores envían información a un programa informático que posteriormente será el responsable de transmitirlas para mover la prótesis.

Para lograr esta conexión entre el cerebro y la tecnología, los expertos diseñaron un algoritmo matemático que capta la información de un centenar de neuronas implicadas en el movimiento y la traduce a un «idioma» comprensible por el brazo biónico.

Es decir, la prótesis se movió porque los monos pensaron en hacerlo, pero también gracias al dispositivo que se encargó de traducir esta idea en impulsos eléctricos.

Actualización: Ya está disponible el vídeo en el Youtube.


Fuente: El Mundo Ciencia